Superfuerte, tía. Lo de mi cliente es de psiquiatra. Hace unos días, hallábamos nos tranquilamente currando en la sala que gentilmente nos había cedido el cliente meses ha para poder trabajar on site, cuando de repente aparecen cuatro currelas con sus monos azules diciendo que a darse el piro, que tenían orden de desalojarnos ipso facto.
Ante nuestra ojoplática mirada como única reacción los tíos preguntaron, con el tono nervioso propio del que sabe que la pregunta es retórica porque la respuesta es obvia: “Cómo?, que no os han avisado?, pues en 30 minutos esto tiene que quedar vacío, que van a meter aquí a un pez gordo”.
Pues no, majos, no nos han dicho ni mú. Heridos en nuestro orgullo, empezamos a soltar nombres que pudieran impresionar a los sufridos operarios: “pues si no nos lo confirma Menganito, de aquí no nos vamos”, “¿Esto lo ha aprobado Fulanito?”, “Cuando se entere Zutanito seguro que os da la contraorden de dejarnos donde estamos”, etc
Para nuestra desgracia, lo único que conseguimos con todo ello fue ganar un poco de tiempo porque, uno tras otro, Menganito, Fulanito y Zutanito se acochinaron en tablas y dijeron que la orden venía de muy arriba, que ajo y agua y a obedecer tocan.
– Y, a todo esto, a dónde nos mandan ahora?
– Pues a una especie de sala-zulo de la mitad del tamaño de la anterior, sin sillas, sin aire acondicionado (rezo a todos los dioses por no seguir en este proyecto en verano), que encima está en otro edificio –habrá que salir a la calle para cualquier reunión…-, que por cierto no tiene ascensor, y con magníficas vistas a los ladrillos del edificio contiguo, casi ni entra el aire cuando abres la ventana.
Esto no es humano, pareciere que esta gente disfrute puteando a sus consultores y proveedores varios.
Ya aceptado tan aciago destino y con un poco más de calma, hablamos con nuestro principal valedor, el cual, como único consuelo, se disculpó diciendo que le habían enviado un e-mail informándole del cambio hace N días y que no lo había leído pues se quedó olvidado entre el porrón de emilios que recibe a diario. Que si lo llega a leer la monta, porque él, como la Esteban con su Andreita, por nosotros mata. Que se ponía desde ya a buscarnos otra sala mejor donde podamos desarrollar nuestro brillante trabajo con dignidad y eficiencia, y añadamos, si cabe, todavía más valor para el sacrosanto accionista de esta casa.
Todo muy bonito, pero entre pitos y flautas habíamos echado la mañana sin dar un palo al agua y todavía no teníamos ni sillas donde sentarnos. Así que hubo que pasar al plan B: darnos al pillaje. Con la rapidez y coordinación propias de un comando de élite, asaltamos varias salas de reuniones circundantes y nos hicimos con bonitos asientos donde aposentar nuestros bonitos culos. Luego, investigando, investigando, descubrimos que había una sala contigua que estaba vacía y que nadie reivindicaba como suya, así que a okupar, que en una sola no cabemos todos.
En unas horas nos hemos hecho fuertes en nuestros nuevos aposentos y de ahí no nos saca ni Dios, a no ser que sea para ir a un sitio mejor acondicionado para el desempeño de las tareas de alto rendimiento intelectual por las que somos mundialmente conocidos. Hostias ya, si es que o se pone uno en plan pirata o le toman por el pito del sereno.
¡¡De las dos salas nuevas, no nos moverán, noooo nos mooo-veee-ráááááán!!